Las personas revolucionarias y la política electoral

Original in English

por Nijmie Zakkiyyah Dzurinko

La política electoral en el contexto estadounidense contemporáneo es complicada para las y los revolucionarios. Como todos sabemos, debido a la forma en que está estructurado nuestro sistema político, existen muy pocos mecanismos para que partidos nuevos o terceros ganen un punto de apoyo generalizado. Es posible que nos estemos adentrando en un período en el que una mayor polarización política podría causar fracturas o cambios en uno o ambos de los dos partidos principales. Sin embargo, el punto de partida de este ensayo es analizar el electoralismo a través del Partido Demócrata, que actualmente es ascendente entre segmentos de la llamada “izquierda”.

Dado que se están utilizando más términos de izquierda en estos días (“camarada”, “revolucionario”, etc.), con muy poca atención a si realmente estamos hablando de lo mismo, quiero comenzar por definir algunos términos y supuestos.

Para los fines de este ensayo, una persona revolucionaria es alguien que está trabajando por un cambio fundamental en la estructura económica de nuestra sociedad. En la forma en que lo estoy definiendo, una persona revolucionaria no cree que seremos capaces de legislar nuestro camino más allá del capitalismo utilizando el sistema bipartidista existente. No podemos utilizar los mecanismos existentes del estado, que funcionan a instancias de la clase dominante, para derrocar a esa clase.

Además, en este ensayo hago una distinción entre “izquierdistas” y “revolucionarios”; Los izquierdistas son personas que ven el mundo a través de un eje de izquierda / derecha y los revolucionarios son personas que ven el mundo principalmente como un conflicto entre dos clases opuestas, la clase trabajadora y la clase dominante, o un conflicto entre la mayoría, que está debajo, con una pequeña minoría encima. Dondequiera que haga referencia a los izquierdistas en este artículo, no es sinónimo de revolucionarios.

Una pregunta clave para los y las revolucionarias de hoy es identificar la fuerza social revolucionaria, así como comprender en qué etapa del proceso revolucionario nos encontramos y las tareas apropiadas para esa etapa.

Este ensayo define la fuerza social revolucionaria como el (los) grupo(s) de personas en la sociedad que objetivamente tienen más que ganar y menos que perder de un reordenamiento fundamental del sistema económico y de todos los demás sistemas que surgen de, sostienen y refuerzan el capitalismo. En los Estados Unidos hoy en día, estos son las 140 millones de personas que viven por debajo de los 200 por ciento del umbral de pobreza federal. Los 140 millones incluyen trabajadores asalariados, no asalariados y excluidos, personas encarceladas y anteriormente encarceladas, jóvenes, personas discapacitadas y personas de todos los orígenes étnicos y raciales, incluidos 66 millones de blancos pobres. Mi suposición subyacente sobre la etapa actual del proceso revolucionario es que estamos en la etapa de identificar, desarrollar y unir a lxs líderes de esa fuerza social revolucionaria.

Otra suposición en esta exploración, como se mencionó anteriormente, es que el Partido Demócrata y el Partido Republicano son ambos partidos de Wall Street, es decir, la clase dominante. Si bien podemos debatir y/o afirmar la estrategia de cuál es el “menos malo”, el punto de partida aquí es que no existe un partido político importante que realmente represente los intereses de la clase trabajadora en este país. Esta no es una posición de nihilismo, o un argumento para desvincularse completamente de la política electoral. Sin embargo, tenemos que decir con vehemencia que no debemos caer en una falsa sensación de seguridad o mentirle a nuestra gente sobre la naturaleza del sistema bipartidista.

Esto nos lleva al concepto de independencia política y cómo la gente pobre y desposeída construyen esa independencia como clase. Aquí, me gustaría tomar prestada una definición del nuevo manual para la membresía de Put People First! Pennsylvania (PPF-PA):

“PPF-PA es independiente de los partidos demócrata y republicano. Eso significa que no elaboramos nuestra agenda en torno a la agenda de estos partidos, sino en torno a lo que la gente realmente necesita. Tenemos el compromiso de responsabilizar a todas las autoridades. Básicamente, no creemos que los políticos o las personas en el poder vayan a poder resolver nuestros problemas. Solo a través de un movimiento de masas con un núcleo de líderes claros, competentes, comprometidos y conectados, se han producido cambios a lo largo de la historia. El cambio viene de abajo, no de arriba. No confiamos en los partidos, pero somos políticos. Sin embargo, no nos veremos arrastrados a un conflicto entre ‘republicanos contra demócratas’ porque el conflicto principal no es entre partidos, sino entre nuestros derechos humanos y cualquiera que se ponga en contra de ellos”.

Con esta comprensión de la independencia política en mente, este ensayo busca explorar dos preguntas fundamentales. Uno, si no creemos que seremos capaces de legislar nuestro camino hacia una revolución, y entendemos que tanto el partido demócrata como el republicano representan los intereses de la clase dominante, ¿cuál es el uso táctico apropiado de la política electoral (definido como el respaldar o postular candidatos) a las personas revolucionarias? Y dos, ¿se puede utilizar la política electoral para construir la fuerza social revolucionaria? Ya que esta es la tarea principal de los grupos revolucionarios durante este período. ¿Si es así, cómo?

Las contradicciones y la interpenetración del terreno mental y la independencia política

Para saber si la política electoral puede usarse para construir la fuerza social revolucionaria, primero debemos considerar el terreno mental de este país. Por una buena razón, existe un entendimiento de sentido común de que cuando la gente en los Estados Unidos piensa en política, piensa en elecciones. Como diría la clase dominante, las elecciones son básicamente sinónimos de la palabra “política”. Esto, por supuesto, es muy distinto de la forma en que entendemos la política desde el modelo masivo de construcción de bases de “pobres organizando a lxs pobres”.

Dicho esto, no se puede negar que las elecciones son una parte muy importante de nuestro terreno mental. Después de todo, como dijo una vez Marx, “las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes”. Por lo tanto, es importante que las personas revolucionarias se involucren en cualquier espacio que sea relevante para el terreno mental de las masas populares. Sin embargo, también es cierto que hay un gran número de personas entre los 140 millones de pobres y desposeídos que generalmente no participan en las elecciones, o participan en ellas con poca frecuencia. Entonces, si bien existe una creencia general de que las elecciones son igual a la política, y ciertamente podemos encontrar a la clase trabajadora prestando atención al proceso electoral, también hay un segmento fuerte de la clase trabajadora -en particular los segmentos más excluidos y explotados- que no depositan su fe en el sistema político actual, está profundamente insatisfecho con ambos partidos y vota con los pies (es decir, que no participan).

Yo afirmaría que como personas revolucionarias no le hacemos favores a la clase trabajadora al repetir el punto de discusión de la ciencia política, de que la razón por la que la agenda de la gente pobre y desposeída no se refleja en la política nacional, es porque los individuos pobres y desposeídos no votan. Si entendemos que el estado es un instrumento de la clase que gobierna, la formulación más probable es que las personas pobres y desposeídas tienen menos probabilidades de votar, porque comprendemos profundamente que el estado en su conjunto no funciona en nuestros intereses.

Por lo tanto, debemos ser conscientes de ambas cosas a la vez: la política electoral es importante en el terreno mental de la clase trabajadora, y los sectores más explotados de la clase trabajadora no están motivados ni sintonizados con las elecciones. Debemos aferrarnos a esta dinámica incluso cuando entendemos que la arena electoral puede ser un lugar importante para convertir a los pobres en una “clase para sí”, una clase que puede afirmar su propia agenda política. Este punto tiene fuertes implicaciones y cuestiona seriamente si la política electoral puede construir la fuerza social revolucionaria y de qué manera.

Entonces, teniendo en cuenta esa primera contradicción, llegamos a una segunda contradicción. Dejemos de lado por un momento el hecho de que las personas pobres y de bajos ingresos pueden no estar tan presentes en el ámbito electoral como la clase trabajadora en su totalidad. Si el ámbito electoral es un sitio importante para afirmar una agenda que pueda unir y movilizar a lxs pobres y desposeídxs, también es esencial, como revolucionarios, que hagamos esto de una manera que mantenga la independencia política de ambos partidos de Wall Street.

Por lo tanto, el método de utilizar las elecciones para construir “una clase para sí”, sin simplemente entregar votantes al Partido Demócrata, es de suma importancia.

Lo que hace que la política electoral sea atractiva para los “izquierdistas” (no es lo mismo que lo que las hace potencialmente útiles para las personas revolucionarias)

Para los liberales, progresistas e izquierdistas que han sido capacitados en modelos tradicionales de “organización comunitaria”, que intentan intencionalmente ser parte de una estrategia de realineación para el Partido Demócrata, o que siguen el ejemplo de los sindicatos, hay varias cosas que hacen atractiva la política electoral:

  1. Las elecciones tienen un objetivo tangible y una clara “victoria” o “derrota” de acuerdo con métricas numéricas. Cada vez más, lo que se mide se puede monetizar y el aumento del capital de data aumentará los beneficios materiales de trabajar en las elecciones en los próximos años. 
  2. Las elecciones tienen un límite de tiempo: muchas victorias políticas o legislativas pueden tardar años en lograrse, mientras que las elecciones se desarrollan en ciclos definitivos.
  3. Cuanto mayor sea la postulación, más dinero hay en juego, lo que significa una exposición generalizada en los medios de comunicación. Por lo tanto, las elecciones importantes se convierten en un punto de entrada para abrirse paso en la capacidad de atención de la gente y potencialmente atraer a una amplia audiencia de una sola vez.
  4. También es muy posible, bajo condiciones particulares (cuánto poder se le confiere a su cargo particular / qué cosas son capaces de hacer como individuos / cuáles aliados tienen, etc.), que los funcionarios electos, una vez en el lugar, puedan dirigir o colaborar con otros sobre la realización de políticas que beneficien a la clase trabajadora. La serie Philly DA en PBS es un punto de referencia interesante para esto.

En particular, las dos primeras razones hacen que la política electoral sea atractiva para las personas que han sido capacitadas para pensar que lo principal que motiva a las personas a involucrarse y comprometerse con una organización son las “victorias”, sin las cuales las personas pierden la motivación para seguir adelante. Esta formulación es una de las reglas cardinales del modelo de organización Alinsky.

Si bien las personas revolucionarias ciertamente creen en el rigor, el establecimiento de hitos, el logro de metas y la mejora de la vida de las personas donde y cuando sea posible, nuestra comprensión de “ganar” está contextualizada por la comprensión general de que nuestra clase no está en el poder. Nuestro concepto de triunfo es necesariamente más amplio. Particularmente en esta etapa del proceso revolucionario, enfocarse en el desarrollo de líderes claros, competentes, comprometidos y conectados es un componente crucial del resultado exitoso de cualquier iniciativa o campaña. Entonces pregunto nuevamente: (¿cómo) podemos usar el electoralismo para organizar a lxs desorganizadxs, y desarrollar dirigentes con claridad, competencias, compromiso y conexión entre sí?

Durante los últimos meses, he hablado con varias personas que han trabajado para elegir candidatos, que han sido funcionarios electos, han presentado sus propios candidatos y/o se han involucrado en este trabajo desde los años 1970 hasta los 80 y 90 hasta hoy. A continuación se presentan algunas lecciones y conclusiones clave que se me compartieron sobre las limitaciones y posibilidades de participar en la política electoral.

  1. Debido a la naturaleza agotadora de las campañas electorales y el enfoque necesario en ganar, el seguimiento con los votantes puede quedar en el camino. Para utilizar las elecciones como campañas masivas de construcción de bases, es necesario que haya tiempo y atención que se centren explícitamente en el seguimiento y las estructuras organizativas que funcionen bien para involucrar a las personas durante todo el año y más allá del ciclo electoral.
  2. Las elecciones tienden a sacar a relucir el egoísmo y el individualismo en los candidatos, sus campañas y partidarios. Además, es una práctica común exagerar a un candidato más allá de lo que realmente puede ofrecer para motivar a las personas a ofrecerse como voluntarios y votar para que sean elegidos. Esto resulta en engañar a la gente sobre la realidad fundamental de nuestra sociedad y cómo se produce el cambio, una situación agravada por la falta de tiempo asignado al desarrollo del liderazgo y la educación política sobre las causas fundamentales de los problemas que enfrentamos.
  3. Los candidatos a menudo carecen de una formación política a largo plazo y con frecuencia ingresan a la arena electoral después de períodos más cortos de organización. Esto da como resultado tanto menos organizadores en las comunidades como una falta de cuadros en el cargo que puedan navegar hábilmente por el terreno. Como revolucionarios, debemos pensar detenidamente en nuestra práctica cuando se trata de la formación política de los candidatos que nos postulamos para un cargo.
  4. Las personas revolucionarias debemos entrar al ámbito electoral con una teoría y una comprensión clara del estado. Muchos organizadores con los que hablé informaron que no hay espacio para discutir una teoría del estado: ¿podemos “tomar el control”? ¿Se puede reformar fundamentalmente?
  5. Cuando nuestra gente es elegida, se enfrenta a la realidad de que ahora tienen “compañeros de trabajo” con los que necesitan cooperar en algún nivel para “resolver”. Incluso si no están capturados por los intereses corporativos, una vez que las personas se integran en el aparato estatal existente, las personas que las rodean se convierten en su nueva normalidad. Existe una contradicción inherente entre asumir el cargo como disruptor, y permanecer en el cargo, lo que requiere entablar relaciones con otros funcionarios e inevitablemente, identificarse con ellos.
  6. En general, las grandes elecciones están controladas por consultores tecnocráticos basados ​​en datos que convierten el proceso de elecciones en una ciencia en la que las personas son números. Estas elecciones nos tratan de la misma manera que lo hacen las corporaciones: recopilar datos sobre los votantes para analizar los gustos, identidades e intereses de la gente para que “compren” a un determinado candidato. Está claro que este tipo de proceso es transaccional y no tiene nada que ver con el desarrollo humano de las personas que participan en el trabajo o que son elegidas como votantes. Algunas personas con las que hablé han recurrido a realizar sus propias campañas con total independencia de los consultores o del aparato del partido.
  7. La clase dominante gasta grandes cantidades de dinero en elecciones para movilizarnos a votar y conseguirles el resultado que quieren, lo que significa que las elecciones se convierten en otro sitio donde la clase trabajadora salta ante la oportunidad de conseguir financiación y acaba en un espacio de reacción a los intereses de la clase dominante.
  8. Es fácil desmovilizarse una vez que tus amigos están en el cargo: pasas de protestar a solo poder hacerles una llamada.
  9. La economía triunfa sobre la política. Existen serias limitaciones a lo que las personas pueden hacer una vez elegidas, ya que seguimos viviendo en una dictadura de los ricos donde cada faceta de la vida gira en torno a la protección de las ganancias privadas a expensas de la vida y del planeta.
  10. Y finalmente, las personas que se sienten más atraídas por el trabajo electoral no necesariamente están emergiendo de la fuerza social revolucionaria. Algunas de las personas más políticamente activas son aquellas que, basándose en su propia experiencia vivida, creen en la bondad básica del estado de EE. UU., que el estado puede simplemente reformarse sin una reestructuración fundamental de las relaciones de poder entre la clase trabajadora y la clase dominante, y que el problema principal es la desproporcionalidad del impacto, no la naturaleza misma del sistema.

Construyendo el poder y el programa de la gente pobre

Habiendo considerado las experiencias y lecciones anteriores, también podemos deducir de la cantidad de recursos y energía que invierte un segmento de la clase gobernante en la supresión de votantes, que existen verdaderas fisuras y divisiones dentro de la clase dominante que podemos aprovechar al participar en el ámbito electoral.

Pero eso es posible solo mientras seamos claros, políticamente independientes y construyamos la fuerza social revolucionaria a través del proceso. No hay duda de que las organizaciones han hecho un gran trabajo en la construcción de coaliciones para que la gente sea elegida, esforzándose por mantener a los funcionarios electos conectados con sus organizaciones y organizándose para informar su trabajo y hacerlos responsables. Pero también es cierto que desarrollar a dirigentes a través del proceso electoral requiere nadar en contra de una fuerte corriente, y que existen limitaciones significativas a lo que cualquier persona en el cargo puede lograr en nuestro contexto actual.

Quizás al final del día, la pregunta crítica es si tenemos o no suficientes cuadros revolucionarios para poder participar en campañas electorales de maneras que realmente nos ayuden a avanzar a etapas superiores del proceso revolucionario. Hay mucho más que se puede decir, examinar y estudiar sobre este tema.

Un enfoque emocionante de la independencia política frente al escenario electoral que no es nuevo, pero que ha encontrado una expresión renovada, es la Campaña de Gente Pobre: Un Llamado Nacional para el Renacimiento Moral (PPC). En el transcurso de los tres años anteriores a las elecciones de 2020, la PPC construyó su poder sobre la base de la organización y la movilización a nivel estatal para desarrollar un programa y una agenda compartidos de las 140 millones de personas pobres y desposeídas de este país. La PPC se comprometió a desarrollar liderazgos y poder en torno a esa agenda y usar ese poder y esa agenda para influir a los candidatos, en lugar de respaldar o postular candidatos ellos mismos.

Este enfoque tiene la ventaja de crear más tiempo y espacio para formar dirigentes comprometidxs con un programa total que represente los intereses de la gente pobre, en lugar de un culto a la personalidad en torno a un candidato. Al enfatizar el programa y el poder, la Campaña de la Gente Pobre entiende que la política no se trata de los partidos corporativos o sus representantes, sino requiere de que millones de personas tomen conciencia y se muevan al unísono para cambiar la sociedad. 

Nijmie Zakkiyyah Dzurinko (ella o ellxs) es una organizadora, sanadora y estratega negra, indígena y gay de clase trabajadora de Pensilvania, con experiencia de más de 20 años. Es cofundadora de Put People First! PA, una organización de derechos humanos de clase trabajadora, en todo el estado de Pensilvania, que construye una base que lleva a cabo una campaña de salud como derecho humano. También es codirectora de la Campaña de la Gente Pobre: Un Llamado Nacional para el Renacimiento Moral en Pensilvania.

Deja un comentario

Your email address will not be published.

Previous Story

La habilidad de actuar por nosotros mismos

Next Story

La Polarización Política Hoy

withemes on instagram

css.php