Por qué hacemos de la lucha una escuela: identificación, desarrollo y unión de líderes

Escrito por Sarah Weintraub, Traducido por Carla Guerron y Natalia Fajardo, dec 2021

Recuerdo haber llorado en el balcón de la asamblea estatal de Vermont mientras se contaban los votos y se aprobaba nuestra legislación de cuidado de salud universal. Era la primavera de 2011 y durante los últimos años había pasado casi todos los días y toda mi energía, junto con tantxs otros líderes en Vermont, en la construcción de la campaña “La Salud es un Derecho Humano.” Se estaba votando un proyecto de ley que llevaría a nuestro estado a un sistema de salud universal basado en los principios de derechos humanos que habíamos establecido. Estábamos seguros de que una vez que obtuviéramos una victoria, otros estados harían lo mismo. La pesadilla del sistema de salud con fines de lucro caería y el dolor se acabaría para nosotros, nuestras familias y nuestras comunidades. Con nuestras lágrimas y abrazos fluyendo, los votos fueron contados. Nuestro proyecto de ley pasó. Pensamos que habíamos ganado.

Puede que conozcas la historia. Nuestros oponentes inmediatamente se pusieron a trabajar en una contraofensiva corporativa de múltiples frentes y en unos pocos años esa victoria nos fue arrebatada. La derecha de la clase dirigente invirtió una cantidad sin precedentes de dinero en las elecciones legislativas de 2014, apuntando explícitamente y desbancando a los legisladores que eran vistos como campeones de la ley de salud. Esto dejó un efecto profundamente escalofriante en la Cámara de Representantes, con muy pocos dispuestos a dar un paso al frente en la implementación de la ley de salud universal. Mientras tanto, la parte liberal de la clase dirigente se movió para cooptar y reorientar nuestra organización de base con fundaciones y grupos “progresistas” leales al Partido Demócrata y al status quo.

En última instancia, el mismo gobernador demócrata que había hecho su nombre con una plataforma de salud universal se inclinó por la voluntad (y los dólares) de la industria de la salud y los especuladores corporativos. Él y la asamblea controlada por los demócratas se negaron a financiar el nuevo sistema de salud, manteniéndolo en los libros, pero esencialmente congelado. Mientras tanto, también comenzaron a promover una agenda de austeridad, impulsando profundos recortes al bienestar social que hubieran sido imposibles con un gobernador republicano.

En ese momento, pensamos que nos enfrentábamos a los oponentes de la salud universal en Vermont: las cámaras de comercio estatales y los lobistas locales de los hospitales privados y las compañías de seguros. En realidad, nos enfrentábamos a todo Wall Street y al capital global, que reconoció el potencial de nuestra victoria en Vermont como una grieta en la represa de la industria de la salud privada y la idea de la salud como negocio. Sin un sistema de salud universal y con un nuevo presupuesto que socavó el apoyo a la salud mental y el bienestar de las familias más pobres de Vermont, nos enfrentamos a una pregunta abrumadora: ¿realmente habíamos ganado algo después de años de implacable organización? 

Casi una década después, me doy cuenta de que la respuesta es sí, aunque no de la forma en que había pensado ese día en el balcón de la asamblea. No, en última instancia, todavía no habíamos ganado salud universal. Pero estos años después, cuando nos reconocemos como líderes de la clase de pobres y desposeídos en una lucha contra la clase que nos explota para su beneficio, nos damos cuenta de que lo que ganamos es lo único que realmente podemos ganar en esta etapa inicial en la construcción de un movimiento de masas de los pobres. Nos ganamos como líderes comprometidos en la lucha; ganamos una organización estatal que se construyó a través de la campaña de salud y continúa organizando a la gente pobre en Vermont hacia una visión genuina de la atención médica como derecho humano; ganamos relaciones, en particular con esta red de la Universidad de los Pobres; y obtuvimos lecciones, muchas lecciones duramente ganadas, que continúan moldeandonos a nosotros y a otros como revolucionarios. 

Sabemos, como dice el viejo lema de la Unión Nacional de la Gente sin Techo (NUH en inglés), que solo logramos tomar aquello para lo que estamos organizados. En este momento de la historia, nuestra clase en general está muy desorganizada. Lo que estamos “organizados para tomar” equivale esencialmente a las migajas que, conveniente y estratégicamente, nos lanza la clase dominante, y así mantiene su dominio y capacidad de enriquecerse de nuestro dolor. Tenemos que darnos cuenta que en realidad no podemos ganar nada hasta que lo ganemos todo. Lo digo literalmente: cualquier cosa que ganemos puede ser quitada en cualquier momento hasta que realmente hayamos ganado el poder sobre la riqueza y los recursos del mundo y remodelemos la forma en que están organizados y distribuidos. Ganar algo en este punto, incluso algo que se siente tan grande como salud universal, solo importa  hasta donde podamos usar esa victoria para construir líderes y el tipo de organización que algún día nos permitirá forzar, como el Reverendo Dr. Martin Luther King Jr. lo dijo una vez, una “redistribución del poder político y económico” fundamental en este país.

Para tomar realmente en serio el lema de NUH, nuestras campañas, e incluso la construcción de nuestras organizaciones, deben entenderse no como la tarea completa, sino como vehículos en una estrategia más amplia para ganar esa redistribución del poder. Debemos orientar toda la actividad de nuestras campañas – la construcción de bases, las relaciones y el desarrollo político en el que participamos – hacia la identificación, desarrollo, capacitación, preparación y conexión de líderes para unirse y guiar un proceso revolucionario. No podemos confundirnos y sacrificar el desarrollo de estos líderes, de organización y relaciones profundas, por una campaña a corto plazo. ¡El objetivo de nuestras campañas debe ser el desarrollo político, la unidad y la organización de nuestra gente! Nuestras campañas, y las luchas que se libran a través de ellas, deben ser una escuela, un campo de entrenamiento, para nosotros, los líderes con los que ya estamos conectados, y muchos más.  

Sin embargo, dondequiera que miremos, las reformas y concesiones se definen como los objetivos finales de las luchas de los pobres y desposeídos. Una enorme cantidad de actividad organizativa está financiada por los cimientos de la clase dominante para involucrar a los pobres en luchas por aquello que realmente necesitamos: atención médica, vivienda, mejores salarios, licencias de conducir, pero únicamente como concesiones que mantienen el sistema existente intacto. Se nos dice que participemos en proyectos de educación política, en procesos de reflexión y construcción de relaciones sólo en la medida en que nos ayuden a lograr objetivos de campaña inmediatos, sin tener en cuenta y, a menudo, incluso socavando el potencial de los pobres y desposeídos de desarrollar líderes políticamente independientes. Esto no es un accidente; a menudo terminamos organizándonos en estas luchas bajo el liderazgo táctico y estratégico de la clase dominante incluso cuando imaginamos que nos estamos organizando contra ellos.

En el último número de La Revista, Dan Jones escribió que “al final, la independencia política de los pobres y desposeídos significa la capacidad de esa clase para luchar por un control independiente sobre el poder estatal”. Las exigencias de nuestro pueblo para satisfacer las necesidades fundamentales son necesarias y son las adecuadas. Pero debemos entender que cualquier cosa que no sea una redistribución del poder no ofrece soluciones reales y duraderas a esas demandas. Necesitamos organizar nuestras campañas de una manera que nos impulse a ser capaces de ganar poder e independencia política al mismo tiempo que luchamos por comida, vivienda, atención médica, derecho al voto, un medio ambiente limpio y todas las demás cosas que necesitamos. 

Para desarrollar esa independencia política, debemos ir más allá de organizar a los pobres y desposeídos en campañas y formaciones que dejen a un lado el desarrollo de líderes claros y una organización más unificada a favor de las “victorias” a corto plazo. Hacer realmente de la lucha una escuela, apuntarnos plenamente hacia el desarrollo de nuestros líderes, requerirá que desarraiguemos el pragmatismo en el que todos estamos inmersos que nos empuja a un proceso de movilizaciòn, “se gane o se pierda; enjuague y repita.” Por el contrario, pasar a un proceso metódico de desarrollo de líderes revolucionarios significa que podríamos trabajar durante meses e incluso años sin sentir que estamos “progresando.” Posiblemente nuestros críticos dirán que nuestro trabajo no es lo suficientemente “radical” o “eficaz”. También significa que debemos tomarnos en serio tanto el salón de clases como la lucha de clases, comprometiéndonos con un estudio histórico y teórico profundo junto con la organización del día a día de nuestra clase.

Cuando nos enfocamos en la lucha como escuela, hay mucho que podemos aprender y enseñar mientras estamos en la batalla. Las campañas y las luchas a corto plazo tienen el potencial de actuar como si puliéramos acero, afinándonos con cada acción que emprendemos. Pero golpear el acero con un cuchillo sin dirección no afila la hoja. Tenemos que tener espacio para la reflexión y apertura para aprender. Tenemos que ayudar a la gente a situar nuestras luchas en un contexto de economía política y de las lecciones de la historia. Tenemos que conectar a nuestra gente, organizaciones y a nosotros mismos con otros frentes de lucha, para que todos podamos vernos como líderes de toda una clase. Tenemos que tomar a las personas en serio y ayudarlas a que se tomen en serio a sí mismas, asumiendo compromisos reales con ellas y ayudándoles a asumir sus propios compromisos políticos. También tenemos que estar en colectividad y cuidarnos unos a otros para no perder a nuestros líderes por las muchas crisis que nos azotan, o por los ataques directos e indirectos de nuestros oponentes. Experimentaremos avances, pero también, como aprendimos en Vermont, retiros dolorosos. No podemos rendirnos ni desorientarnos en esos momentos; más bien, tenemos que usarlos para agudizarnos a nosotros mismos y a los que nos rodean.

Para mí, la campaña Healthcare is a Human Right en Vermont fue mi primera escuela. Todavía estamos desempaquetando las muchas lecciones de esa experiencia y probablemente continuaremos haciéndolo por mucho tiempo. Pero quizás la mejor lección es que necesitábamos más independencia política, claridad, y competencia de la que habíamos desarrollado en ese momento, así como una organización que pudiera mantenernos unidos y alcanzar a otras personas pobres en todo el estado. En cambio, fuimos dominados y superados en nuestras maniobras. Afortunadamente, otros miembros de nuestra red nos han ayudado a convertir esa lucha en una escuela, y hemos avanzado con un nivel más profundo de claridad en este vínculo clave. Ahora, los líderes de nuestra red están aportando esta y otras lecciones para organizar a los pobres y desposeídos en Vermont y más allá, y estas lecciones están en primera fila en mi mente mientras ayudo a construir Vecinos Unidos y la Campaña de los Pobres en mi nuevo hogar en Wisconsin.

Estas organizaciones pueden subir y bajar, y podemos ganar o perder nuestras campañas específicas. Pero ahora estamos mejor posicionados para navegar estos avances y retrocesos con un cuadro de líderes cada vez mayor, de modo que eventualmente lo que estemos “organizados para tomar” sea todo.

Sarah Weintraub (ella o ella) es madre y organizadora. Entró al movimiento para unir a los pobres y desposeídos cuando llenó una encuesta sobre sus propias dificultades para acceder al cuidado de salud como parte de la Campaña Healthcare is a Human Right del Centro de Trabajadores de Vermont en 2008 y se unió a su comité organizador local. Comenzó a organizar en todo el estado, particularmente en los condados rurales del Reino del Noreste de Vermont. Desde 2014, ella y su familia viven en Milwaukee, Wisconsin, donde han ayudado a crear un jardín y organizar un espacio en su vecindario en el lado sur de Milwaukee llamado el Jardín del Pueblo. Sarah es una de las tres presidentas de la Campaña de los Pobres de Wisconsin: Un Llamado Nacional para el Reavivamiento Moral.

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